El mandato que recibió Jimmy Morales de los mandantes fue combatir la corrupción; él mismo lo ha declarado así. Los ciudadanos ya estamos cansados de este sistema de incentivos perversos que atrae a los peores con el único fin de robar los fondos que nos quitan a los tributarios. Ya estamos cansados de trabajar muy duro para mantener a muchos que se han acomodado para vivir muy bien a nuestras expensas.
Sea como conserjes, secretarias, maestros, jefes, directores, secretarios, tecnócratas, asesores, ministros, alcaldes, diputados, presidentes o “proveedores del Estado”, lo cierto es que muchos son los que han visto nuestros tributos como un botín.
Y esto es lo que la ciudadanía le ha mandado a usted, Jimmy: cambiar ese sistema de incentivos perversos. Para hacerlo debe replantearse muy bien las decisiones que va a tomar de aquí en adelante. Dudo que vaya a avanzar mucho en esa senda si se llena de “asesores” o “roscas”, cuya visión no es muy distinta a lo que ha prevalecido en nuestro país durante los últimos 30 años, y peor aún, son de los que han participado de una manera u otra —reciclándose cada cierto tiempo— en esta debacle.
No se equivoque, Jimmy. Hacer lo mismo, un poco mejor, no es el mandato de la ciudadanía. Bajar el presupuesto un cinco por ciento solo para que digan que es “diferente”, sin siquiera plantear las cosas que generan desperdicio y corrupción, que son las que se deben eliminar del presupuesto y las que deberían estar en el centro de la discusión del mismo, no es el mandato de la población. Que la discusión sobre el presupuesto gire sobre los ingresos —cómo nos van a quitar más impuestos y cómo nos van a endeudar más—, en lugar de cómo se va a reducir la corrupción, tampoco.
Este es el momento para que demuestre que va a aprovechar la oportunidad que la historia le concedió. Cuatro años se pasan muy rápido y si no empieza a tomar decisiones radicales desde ahora, cuando sienta habrá concluido su período sin pena ni gloria y sin llenar las altas expectativas que la ciudadanía tiene de su gestión.
Seguramente ya a estas alturas estará rodeado de muchas roscas y “asesores” que le repetirán hasta el cansancio por qué no se pueden hacer cosas radicales. No le extrañe. Son parte del sistema y por su cabeza ni siquiera pasa la idea de que se pueden hacer las cosas de manera diferente.
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